jueves, 18 de febrero de 2010

Qué tomamos como icono...

 
            Son varios los personajes que hemos ido mencionando en estos posts, y son más los que nos quedan por mencionar. Mitos, iconos, símbolos, ídolos, ‘ejemplos a seguir’… ¿a qué nos referimos y qué representan, qué características los hacen ser lo que son?

            Personalmente, definiríamos un icono como una representación física determinada a la que intrínsicamente se le asocian unas determinadas características, rasgos y demás elementos que le otorgan esa notoriedad, esa personalidad por la que se les conoce dentro de la amplitud del conocimiento colectivo de al menos un sector de la sociedad.
            Describir a un personaje - sean cuales sean sus cualidades y virtudes, pero mortal al fin y al cabo - como un ‘mito’ es elevarle a una realidad divina – ficticia – desde la cual protagonizan un estatus que adquiere el nivel de una prodigiosa leyenda que es conocida por cualquier habitante civilizado que se precie.

Abundan en este término tanto personajes de gran repercusión mediática, fallecidos en plena grandeza, como personajes ficticios creados por grandes genios de la literatura clásica.

            Kennedy, Batman o Monroe…Algunos casi alcanzan la inmortalidad: las incógnitas que levantan algunos tras morir  en extrañas circunstancias, por ejemplo; son siempre grandes impulsos a la especulación que gira en torno a sus vidas, especialmente por parte de la prensa, antes y sobretodo después de su muerte.
 
‘En la imagen, Michelle Obama, fotografiada por Annie Leibovitz para la revista Vogue. Vogue con Wintour como redactora jefe introdujo caras conocidas en las portadas de esta revista persiguiendo un mayor volumen de ventas.’

El fenómeno celebrity ya comenzó a cobrar protagonismo entre análisis sociológicos desde la década de los 70.
Creados por ciertos logros, cargos públicos, o simplemente hype , pero siempre desarrollados y explotados por la prensa al ver estos crecer sus ventas,  productores y agencias publicitarias, vieron su oportunidad y no tardaron en sacarle partido, patrocinios, grandes rostros…, vendían whisky, tabaco o cosméticos. Se creó así un sistema de retroalimentación en el que creaban o desarrollaban la fama que a su vez les reportaría beneficios.

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